EL INTERPRETE DE LAS SOMBRAS
Los sueños carecen de conciencia.
Lo que en ellos sucede, imperecederamente, resulta impune.
No podemos culparnos de como obramos cuando somos protagonistas, ya que la cordura y la consciente realidad mantiene una alerta y caemos en cuenta que para nuestra tranquilidad solo se trata de una interpretación y allí termina todo sin el prejuicio de las consecuencias.
Soñé con la novia de mi mejor amigo.
Si es cierto que sabía cómo debía comportarme con ella, nada impidió que procediera como un infame.
Al despertar, abatido, por la cuestionable conducta, no logre evitar esa sensación de turbación.
Las amistades se edifican con el respeto mutuo y yo fallaba en mi parte, a partir de ese instante descubrí que la relación con Danilo no seguiría siendo la misma.
-Estamos hechos a imagen de nuestra razón.
Comentó, cuando café de por medio, referí mi experiencia.
Me miró sin ver, desnudando su tristeza y poniéndose de píe se marchó.
Permanecí cavilando su crítica, tratando de justificar el mal rato, cuando al levantar la vista y observar a través de los cristales creí verla.
La excitación se apoderó de mis sentidos y si bien nunca fijé mi atención en ella, desenmascaré en ese preciso momento cuanto me atraía.
Desorientado la vi entrar y avanzar hacia dónde estaba.
La bofetada me llenó de sorpresa y al lograr mirarla dio media vuelta al tiempo que soltaba: ¿Quién te crees que sos? Y abandonó el local.
Con la mejilla ardiendo, frotándola, dando crédito al altercado, permanecí unos instantes hasta que advertí que todos observaban.
Avergonzado por la curiosidad de los parroquianos pedí la cuenta y dejé el bar.
Deambulé unas cuadras sin rumbo.
No terminaba de procesar haber hecho el ridículo en ese lugar donde la mayoría son conocidos.
La irritación era consecuencia de parecer un payaso y no la sinceridad con que enfrenté a mi amigo.
Al doblar la esquina, en dirección a una placita que visitaba por la zona, alguien venía tras de mí. Disimulando intenté distinguir de quien se trataba, cuando una sombra, producto de un gran árbol en la vereda la ocultó.
Indeciso proseguí andando.
Otra vez percibí que avanzaban a mi espalda.
Escuchaba con mayor nitidez el andar y de súbito decidí plantarme.
No pudo evitar un sobresalto al ser descubierta.
Era ella.
Un confuso deseo empezó a corroerme las entrañas.
Su palidez era extrema, probablemente el susto la turbó.
Ensayó una seña invitándome a seguir avanzando.
Entramos a la plaza y después de rodear lo que quedaba de una estatua, al ver un banco, opté por sentarme.
Se acomodó a mi lado.
Un singular tufo emanaba de ella.
Era olor a otoño, una mezcla de orines, hojas secas y tierra mojada,
-Vos me soñaste.
Su vos terminó desconcertándome, no era el sonido que retenía, semejaba diferente, parecía un rumor, un murmullo que se emparejaba en todas partes, la expresión de la noche.
Vestía toda de negro y eso contrastaba con la fascinación.
Un escalofrío se hizo presente.
Al contemplarla no lograba contenerme. Su influjo perturbaba los sentidos, quería poseerla, pero una barrera se instaló entre ambos.
Continuaba mirándome con fijeza y deseé comenzar una conversación.
No lograba recordar el color de sus ojos, esa incomodidad no permitía que hilvanara una frase, resistimos observándonos algunos minutos. Una ligera brisa jugó con su cabello desdibujando sus facciones.
Creí percibir otra apariencia, un reflejo a través de su figura, A esta altura la inquietud había logrado alterarme.
Asumí estar a su merced, hechizado.
Voltee la cabeza hacia la escultura al instante que Danilo caminaba hacia nosotros. Poniéndome de pie con la intención de ofrecerle una disculpa al volver la atención; no estaba, se había esfumado.
Disgustado con su actitud, indagando en todas direcciones aguardé que se acercara, balbuceando algunas palabras, tanteando justificar el entorno, pero el, sorprendido, solo preguntó si me encontraba bien.
Aturdido respondí y comenzamos a marchar.
-Mira Fabián, se que nos hemos hecho muchas bromas, pero joder con la memoria de Mariana no resulta de buen gusto, lamento el comportamiento en la cantina, pero su recuerdo aún es intenso.
En ese instante una evocación se hizo presente. Hacía dos años, en un accidente carretero, la novia había muerto.
Un vahído conmovió la sensatez, sentí transitar dos realidades: la presente y otra que respondía a las alucinaciones.
Estuve con ella, mis deseos reprimidos plasmaron su presencia.
¿Cómo explicarle lo que acontecía?
Las imágenes acudían a mi pesar.
¿En que momento la realidad se presentaba?
¿A qué lugar pertenecía?
Intenté retener un color.
Negro.
Una motocicleta indicó una cita.
Al menos diferenciaba algo.
Atravesábamos ahora un extraño pasaje, reviví una sombra y un árbol.
Al levantar la vista unos álamos se anunciaban en la vereda de enfrente. Busqué una reseña. No existía, por lo menos por donde vagábamos.
Recorrimos en silencio algunas calles. No logré encontrar el plátano ni el lugar donde sucedió el encuentro.
Una inconcebible ráfaga viento tibio envolvió mi cuerpo. Algunas hojas se arremolinaron entre ambos empujando formar una figura.
Distante se oyó aullar un animal
Con la cabeza gacha, mirando el suelo, Danilo permanecía a mi lado. No encontraba la forma de enfrentarlo y confesarle mi preocupación.
Otra vez el perfume manifestándose, nuevamente allí estaba, cerca invisible…
– ¿No hueles nada raro?
Estudiándome, como si estuviera ausente amagó con soltarme unas palabras, pero de inmediato cambió la actitud y poniendo sus manos en mis hombros ansió escrutar el fondo de mis ojos.
Molesto bajé la vista al momento que me desembarazaba de la situación comenzando a andar. A medida que circulaba oía cada vez más lejos su proximidad. Dando la vuelta lo divisé a media cuadra, estaba apoyado contra el tronco de un árbol.
La mitad se esfumaba en esa asombrosa oscuridad.
Retorné hasta donde se detuvo y al acercarme su actitud terminó conmoviéndome.
Lloraba.
-Siempre supe que entre ustedes existía algo más.
No sabía que explicar, no era lo que suponía.
Apremiaba contarle todo lo que estaba acaeciendo, pero su actual apariencia afectaba mi raciocinio. Temía lastimarlo, apoyé un brazo en su espalda y ya inconsolable dio rienda suelta a su llanto.
Daba pena pera ya no me conmovía.
El se había quedado con ella y yo solo la descubrí en un instante.
Pretendí confortarlo insistiendo en que éramos amigos.
-Contame: ¿Qué pasó entre ustedes?
Volví a referirle el sueño agregando ahora los nuevos sucesos. Con una grotesca mueca y alzando la vos gritó: ¿Me estas tomando el pelo?
No del todo dispuesto pretendí aclarar que estaba siendo sincero.
Propinándome un empujón saltó a la calle en el instante que avanzaba un vehículo.
Grité apretando los ojos esperando escuchar el impacto.
Nada, pero debía mirar.
Al atreverme, el auto llegaba a la esquina y Danilo no estaba en ningún lado.
¿Qué estaba pasando con mis cabales?
Los árboles de enfrente prolongaban sus manchas que casi ya me alcanzaban. Confundido intenté orientarme. En sentido contrario a la creciente oscuridad tomé distancia logrando desembarazarme de ellas. Al advertir un almacén que conocía en el barrio recobré algo de tranquilidad.
Mas calmo llegué a casa, no entendía lo que estaba ocurriendo y el esfuerzo despertaba un próximo dolor de cabeza.
Revolví entre los cajones en búsqueda de algún analgésico. Al abrir el armario un libro cayó al suelo, su titulo me espantó: La vida es sueño.
Repasando entre las páginas buscaba algún significado. Alterado y con las manos inquietas abandoné el ejemplar sobre la mesa.
¿Qué trataba revelar?
La migraña trajo de vuelta la realidad, seguí hurgando en el interior del mueble, una foto, de hacía unos años apuntó una sugerencia.
Estábamos los tres, Danilo, ella y yo, al lado, las motos conque emprenderíamos el tan programado viaje.
Una lágrima cayó sobre el retrato y ya no pude sofrenar la emoción. La dejé sobre el libro y continué buscando.
Ahora en un recorte periodístico leí: Trágico accidente en motocicleta deja como saldo dos jóvenes muertos.
Luis Arturo Lomello