La educación viene de casa y no de la escuela

La editorial de Río Noticias, por Martín Silva.

Nos hemos acostumbrado a que, con cada comienzo de ciclo lectivo, los chicos arrancan su rutina que indefectiblemente modifica y adapta la nuestra como adultos, hemos naturalizado la lucha sindical con nuestros hijos de rehenes entre gobernantes y síndicos, fuimos adaptando los modos y las formas a una sinergia propia de los tiempos que corren y todo esto pasando por alto, algo fundamental que no debería ser de tan poco cuidado como lo es, la educación de nuestros hijos.

 

Cuando hablo de educación, no lo hago desde el aspecto pedagógico de la palabra, desde la óptica educativa del salón de clases y el docente a cargo, ni mucho menos del contenido curricular de las clases en sí. Cuando hablo de educación, lo hago desde el lugar de padres, de educadores esenciales de la sociedad, que se construye con el conjunto de familias y miembros de la misma, porque cabe aclarar que existe una diferencia muy grande en cuanto a la educación tradicional de los jardines de infantes, colegios, universidades o institutos y la educación recibida en nuestros hogares, impartida por nosotros o nuestros padres.

 

Quiero que se entienda bien que no hago referencia a educar a los niños en casa en matemáticas, lengua, historia y demás materias, sino que hablo de la educación por excelencia, la del respeto, el perdón, por favor, permiso y gracias. La de formar miembros educados para una sociedad cada vez mas falta de respeto, donde ya nadie se tiende la mano ni se saluda al entrar a un lugar lleno de gente, donde vemos que una tweetera de la provincia de Buenos Aires trató de gente rara y desubicada a la del Interior por saludarla, una sociedad sin gente respetuosa de las leyes o normas de convivencia mas básicas, sin respeto por las autoridades o los símbolos patrios.

Es hacia ese punto que dirijo estas líneas, hacia volver a ser miembros valiosos de la sociedad, de nuestro entorno y nuestros trabajos, retornar a la educación que recibíamos de chicos, esa que venia a formarnos el carácter y demostraba de que familia procedíamos. No es muy difícil dedicar 10 segundos a corregir los malos modos de nuestros hijos, no cuesta nada tomarse un momento para predicar con el ejemplo y mucho menos demostrarles cómo se debe proceder en la vida.

 

No existe situación mas satisfactoria, que la de recibir un elogio por la educación de nuestros hijos o por el comportamiento de ellos en público, ya que si todos ponemos un poco de esfuerzo en nuestros hogares, inculcamos valores, respeto y educación de calidad a las futuras generaciones, no solo estaremos mejorando sus vidas, sino que estaremos haciendo de nuestra sociedad, un lugar mas agradable para convivir, porque en las instituciones educativas se transmiten conocimientos y se refuerzan virtudes, ya que la verdadera educación viene de casa y no de la escuela.

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