Otro 29 de abril y la herida no cierra
Ya pasaron 19 años de la peor inundación que sufrió la capital santafesina. Casi dos décadas de una tragedia marcada por la irresponsabilidad política.
Con solo hacer memoria se pueden recordar numerosas inundaciones sufridas por la capital de Santa Fe. Hay un chiste malo que se usa acá, con aquel ignorante prejuicio argentino sobre la inteligencia de los españoles, que dice: “Había que ser gallego para que se te ocurra fundar una ciudad en semejante extensión geográfica”. Es que, realmente, si uno mira desde el cielo el espacio donde está la ciudad de Santa Fe, asusta. Se ve agua por todos lados y, en verdad, cuesta imaginar que una urbe de medio millón de personas pueda haberse erigido aquí.
La depresión del terreno en esta región necesita fuertes defensas para que el agua del río no ingrese a la ciudad, en época de crecidas. De todos modos, la culpa de la inundación del 29 de abril de 2003 no hay que echársela a la geografía ni a Juan de Garay. Fueron los gobernantes locales y provinciales de ese momento, los que actuaron con negligencia y no evitaron algo que se podía prevenir. Su desidia provocó pérdida de posesiones, depresión, angustia y muerte.
El año pasado, una ley santafesina estableció que el 29 de abril de cada año es el Día de la Memoria del Pueblo Inundado. La norma insta al Ministerio de Educación a incluir la fecha dentro del calendario escolar, en los distintos niveles del sistema educativo provincial.
La fecha se convirtió en todo un emblema santafesino de la lucha por la memoria y contra la impunidad de los responsables políticos de la inundación. El agua avanzó sobre 43 barrios y cambió la vida de miles de personas. Terminó con la vida de más de 150 personas, afectó directa e indirectamente a 130.000 vecinos y sumergió a un tercio de la ciudad.