Cuando Santa Fe fue capital del surrealismo: la histórica muestra de Roberto Aizenberg en 1972
En abril de 1972, el Museo Municipal de Artes Visuales de Santa Fe fue escenario de un acontecimiento artístico de relevancia nacional: la primera exposición de Roberto Aizenberg en el interior del país. La muestra reunió veinte obras —diez pinturas y diez dibujos— que ofrecieron un recorrido retrospectivo por dos décadas de producción del artista surrealista nacido en Entre Ríos.
Discípulo de Antonio Berni y Juan Batlle Planas, Aizenberg desarrolló una obra marcada por el enigma y la precisión geométrica. Desde los años 50, cultivó una estética singular: paisajes silenciosos, construcciones herméticas y figuras acéfalas, fruto de un automatismo psíquico que buscaba abrir paso al inconsciente en el proceso creativo.
El impacto de una estética única
A lo largo de su carrera, Aizenberg expuso en galerías y museos de renombre mundial como el Instituto Di Tella, la Hanover Gallery de Londres, el Museo Nacional de Estocolmo y el MoMA de Nueva York. Su trabajo fue elogiado por críticos como Aldo Pellegrini, quien habló de una “coagulación del silencio”, y por María Gainza, quien lo vinculó con De Chirico, Dalí y Max Ernst, destacando su lenguaje visual personal.
En Santa Fe, su obra encontró una cálida recepción. Según consignó el diario El Litoral en aquel entonces, la exposición permitió “establecer con carácter retrospectivo la línea seguida por el artista”. El reconocido crítico Jorge Taverna Irigoyen, en su reseña del 7 de abril de 1972, destacó la coherencia expresiva y la madurez del artista. Señaló que sus obras de los primeros años mostraban influencias oníricas y simbólicas, mientras que sus producciones posteriores se orientaban hacia una “geometría sensorializada” cercana a la metafísica.
Monumentos de silencio y profundidad
Taverna Irigoyen describió algunas de las piezas más emblemáticas de la exposición, como Incendio del Colegio Jasidista de Minsk (1954), a la que comparó con la técnica pictórica de Goya, y los Monumentos dedicados a su maestro Batlle Planas, en los que Aizenberg logró insuflar vida interior a estructuras físicas con un refinado uso del grafito y el color.
“Con una síntesis de cálidos valimientos, pretende definir ideas de infinito, de materia animada”, escribió el crítico, destacando la capacidad del artista para invitar al espectador a un universo de silencio cargado de significados ocultos.
Aizenberg, entre los grandes del surrealismo argentino
El paso de Roberto Aizenberg por Santa Fe no solo marcó un hito en la historia cultural de la ciudad, sino que lo consolidó como una figura clave del surrealismo en Argentina. Su exposición de 1972 es aún recordada por el impacto que generó en la escena local, al poner a Santa Fe —aunque sea por un breve lapso— en el centro del mapa artístico nacional e internacional.
Su legado continúa vigente, habitando tanto los museos más prestigiosos del mundo como la memoria de quienes lo vieron transformar el misterio en imagen.