Hoy amaneció lloviendo.
No veo, por el momento, probabilidad de salir a rodar la bici.
Es poco pretexto el estado del tiempo, pero al suelo mojado mejor tenerle respeto, un resbalón puede lograr dejarme fuera de circulación por algunos días.
Cuando apresuramos decisiones libramos posibilidades de que no todo resulte como lo tenemos planeado.
Las circunstancias, muchas veces, influyen y lo que en principio es voluntad propia termina siendo solo un deseo que se diluye por la falta de empatía.
Vamos y venimos por situaciones que permanentemente ponen a prueba la actitud que mantenemos con en el entorno.
En estos lapsos, donde prevalece el cuidado del ámbito, postergamos, por distraídos, lo que compete a nuestra salud mental.
Nos contaminamos con los medios y perdemos objetividad sobre una realidad que se muestra a diario.
Pareciese que se intenta direccionar la manera de pensar.
Capturar la atención es ofrecer una carnada tentadora.
Aquellas cosas que nos escandalizan son un caldo de cultivo para usarlas como excelente señuelo.
Ocuparnos de adversidades ajenas nos aleja de la urgencia de interesarnos por las propias.
Desviar la atención de asuntos importantes para anestesiarlos en contenidos que no conducen absolutamente a nada.
Eso nos ocurre cuando entramos en cruzadas por causas que a ciencia cierta no tenemos la idea de por que formamos parte.
Podemos argumentar compromiso, pero si hurgamos un poco la superficie descubrimos no tener certeza de que es lo que estamos defendiendo.
Desvirtuar lo real es alejarnos de aquello que es correcto.
Si comenzamos a ingerir pequeñas cantidades de veneno, con el tiempo lograremos cierta resistencia a terminar intoxicados.
De todas maneras, lo residual también es nocivo.
Lo escandaloso se vuelve natural y es allí donde ya no hay vuelta atrás.
Admitimos que muchas cosas que no parecen estar del todo correctas terminan siéndolo.
La manipulación es un arte que emplean aquellos que desarrollan una gran atracción por sí mismos.
La ingenuidad nos toma desprevenidos y terminamos embaucados.
Son los descuidos que provocan accidentes.
Si improvisamos corremos el riesgo de quedar en la mitad del camino.
Lo que nos haría más desdichados por descubrirnos defraudados.
Como están las cosas asumo que me es grato ser burlado.
Veo en este círculo que una y otra vez hacemos lo mismo.
No tenemos nada superador para proponer y eso nos deja en una situación en donde cualquier facineroso puede hacerse de voluntades con un simple caramelo de goma…