Paulo Freire nació hace 100 años en Recife, Pernambuco, una de las zonas más pobres de Brasil.
La pobreza y el hambre que conoció en su niñez fueron determinantes en su vida: crearía una nueva pedagogía, la “Pedagogía del Oprimido”, que luego revería con la “Pedagogía de la Esperanza”.
Su mirada y su pensamiento cambió radicalmente la relación entre alumnos y maestros: el conocimiento, afirmaba, empieza por la curiosidad. Los alumnos ya no serían sujetos pasivos que recibían información: a partir de Paulo Freire cada maestro debía esforzarse por despertar la conciencia de los estudiantes sobre las posibilidades que tienen de transformar la realidad y no conformarse con la desesperanza. Deben ser capaces de intervenir , de ser hacedores de la historia. Propulsor del pensamiento crítico, invitó a construir a las dos partes involucradas en la pedagogía un camino que pueda transformar la sociedad desde el conocimiento de ella.
En 1963 partió con un pequeño grupo de docentes a Angicos, en el centro del estado Grande do Norte, a alfabetizar a 300 campesinos en cuarenta horas de clases nocturnas.
El experimento funcionó y a partir de allí se empezó a incorporar como programa educativo. En esa época, era indispensable para ir a votar saber leer y escribir. Logró hacer más eficiente la educación usando términos y ejemplos que conocían los campesinos, respetando sus modos de vida, haciendo un intercambio de saberes con ellos.
Profesor, abogado, economista y filósofo, distinguido por la UNICEF, promotor de una educación humanista, integradora, no olvidó a los que no tenían oportunidades para aprender.
Murió a los 75 años y sus ideas todavía viven e iluminan la educación en el mundo.
Ninguno sabe todo. Ninguno ignora todo. Por eso aprendemos siempre.
Paulo Freire