¿De qué hablamos cuando hablamos del lenguaje inclusivo?, probablemente muchos respondan a esta pregunta con una simple respuesta, “de una deformación del idioma”, directo y conciso, todo aquello que se nos presenta distinto nos causa rechazo. Pero, ¿qué es? Santiago Kalinosky, lingüista y lexicógrafo, nos dice que “es una intervención del discurso público que tiene el objetivo de conseguir un fin: el de crear conciencia acerca de una injusticia que está en la sociedad”. Como en casi toda la historia, cada vez que surge una lucha, surge un nuevo léxico.
Antes llamábamos “cabecitas negras” a peronistas, una palabra que daba lugar a una lucha entre peronistas y antiperonistas. Mientras se desataba una disputa social, surgían nuevos términos, nuevas incorporaciones léxicas.
El lenguaje inclusivo es, sin duda alguna, el reflejo de una lucha, y en toda lucha existen opositores.
Cuando se plantea la idea de “deformación del lenguaje”, muchos olvidan que la RAE permite terribles deformaciones en muchas palabras, así como también se olvida el cambio constante en el léxico. A lo largo de la historia del mundo, cada vez que se necesitó expresar algo nuevo, se buscó algo nuevo. De las luchas nacen nuevas formas.
Desde mi punto de vista, el mundo se atormenta por cosas sencillas. El lenguaje inclusivo no es más que el pie para una lucha, una muestra de lo que se busca.
En el idioma castellano, y en casi todos los idiomas, siempre existió un androcentrismo. “Fueron hombres quienes hicieron las gramáticas y desarrollaron los diccionarios. Fueron hombres quienes tuvieron el poder para establecer las políticas públicas relacionadas con la lengua. Fue su expresión la que quedó cristalizada como abarcadora.”, expresa Silvia Gelbes, Doctora en Lingüística, Profesora y Licenciada en Letras.
Hoy en día, la lucha por la igualdad entre la mujer, el hombre, y entre aquellos que se sienten en el medio de ambos géneros, dio paso a la intervención en el lenguaje.
¿Aterroriza tanto la idea de cambiar un poco las palabras?, más bien, creo que aterroriza la idea de cambiar un orden impuesto hace demasiados siglos. Pero, para el disgusto de algunes y la alegría de otres, hoy se busca cambiar el androcentrismo lingüístico para reflejar una lucha que procede hace años.